miércoles, 8 de julio de 2009

El manejo Politico ante una amenaza de SALUD mundial



Lucas llega todos los días al trabajo y saluda a sus compañeros -como la mayoría de los argentinos- con un beso en la mejilla. El jueves pasado pasó la tarjeta magnética por la puerta, dijo un “buenas” general y se dirigió directamente a su escritorio. Al rato se acercó cabizbajo.

“Hoy no tomo mate con ustedes. Tuve 41 de temperatura hace dos días y, aunque anoche no tuve fiebre, me siento hecho un trapito…”, dijo, mirando con nostalgia el mate que pasaba de mano en mano. Lucas ya no regresó a su trabajo. Vive, como tantos argentinos, en la incertidumbre shakespireana de “ser o no ser” un envase ambulante de fiebre porcina. Lucas cuenta las horas, los días y hasta las semanas para saber si el isopado que le hicieron dará positivo o negativo, porque recién en 15 días le avisarían si está infectado o no por la nueva peste que azota al milenio. Lucas es un manojo de tos, músculos doloridos, fiebre y, sobre todo, de nervios.

El domingo 28 pasado, Argentina fue escenario de elecciones legislativas. La presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, nunca mencionó, en ningún discurso anterior a esa fecha, la palabra gripe A, virus N1 H1, fiebre porcina o cualquier otro vocablo para definir esta pandemia. Lo único que importaban hasta ese momento eran los votos, que no fueron suficientes. El gobierno oficialista no logró mayoría en el Congreso Nacional y ahora, como pasa cuando uno quiere tapar el sol con un dedo, todo se le fue de las manos.

El chivo expiatorio fue, en primera instancia, la ministra de Salud Graciela Ocaña. Un día después de las elecciones ya estaba “de patitas en la calle”. Asumió la semana pasada el nuevo ministro, Juan Manzur, quien afirmó recientemente que en Argentina se registran desde la segunda semana de mayo, 100,000 casos de enfermedades tipo influenza, de las cuales 2,800 corresponden al virus de la gripe A, confirmados por laboratorio. En cuestión de días, de los 1,500 casos que declaró Ocaña, los argentinos cayeron -de golpe y porrazo- en los 100,000 casos.

Y la gente se enferma y se muere. Según Manzur, al sábado pasado las víctimas fatales ascendían a 55, sin embargo los números no cierran y algunos médicos entrevistados en hospitales o clínicas afirman que muchas muertes por neumonía, por ejemplo, no son catalogadas con el virus N1 H1. Y se oculta información y la paranoia crece a pasos agigantados.
Los barbijos no se consiguen (los argentinos no son muy afectos a usarlos), así que como el frío impera (la temperatura oscila entre los 4 y 12 grados centígrados en Capital Federal), mucha gente anda con la nariz y boca ocultas tras sus bufandas.

Ahora Manzur busca unificar los criterios y protocolos de tratamiento clínico en todas las provincias. "No me refiero a los criterios sobre cierres de lugares de concurrencia masiva. Más que prohibir, hay que explicar y persuadir a la gente", le dijo anteayer al diario Clarín.
"El paciente que en las primeras 48 horas tiene síntomas de gripe debe recibir el antiviral Tamiflú porque hoy el 90% del virus que circula es el virus H1 N1", explicó. Y agregó: "Iniciamos una distribución agresiva de la droga: en las provincias ya se repartieron 300 mil tratamientos y la semana que viene otras 500 mil". Para unificar criterios, Manzur convocó al Consejo Federal de Salud, que integran los ministros de Salud del país. La posibilidad de declarar la emergencia sanitaria nacional es uno de los temas clave a tratar.


Mientras el país arranca la semana con bajas temperaturas y lluvias persistentes (clima nada ideal para curarse o no contagiarse), los hogares argentinos amanecieron llenos de chicos en edad escolar que adelantaron sus vacaciones de invierno. Estarán un mes entero en sus casas. Los padres hacen malabares para arreglárselas con sus trabajos y el cuidado de sus hijos. Por el momento sólo las embarazadas y aquellos que tengan familiares directos enfermos, podrán faltar a sus obligaciones diarias, además de los infectados, claro.

El mate y el saludo con un beso en la mejilla -dos marcas registradas argentinas- quedan poco a poco en el olvido, pero cuesta… y mucho. “En el trabajo nos mandaron un mail para que evitemos compartir el mate y saludarnos con un beso. Lo del mate lo podemos hacer, pero lo del beso no… Es complicado, ¿Cómo n hacés para no saludar a tus compañeros como todos los días?”, se preguntó Agustina, representante de atención al cliente en un Call Center, mientras chupaba con un suspiro largo el mate que ya no pasará a otras manos.- Cecilia García Olivieri.

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